Las aventuras de Tom Sawyer

La propuesta era aceptable, y así esas aventuras fueron representadas. Después Tom volvió a ser Robin Hood de nuevo, y por obra de la traidora monja que le destapó la herida se desangró hasta la última gota. Y al fin Joe, representando a toda una tribu de bandoleros llorosos, se lo llevó arrastrando, y puso el arco en sus manos exangües, y Tom dijo: «Donde esta flecha caiga, que entierren al pobre Robin Hood bajo el verde bosque.» Después soltó la flecha y cayó de espaldas, y hubiera muerto, pero cayó sobre unas ortigas, y se irguió de un salto, con harta agilidad para un difunto.

Los chicos se vistieron, ocultaron sus avíos bélicos y se echaron a andar, lamentándose de que ya no hubiera bandoleros y preguntándose qué es lo que nos había dado la moderna civilización para compensarnos. Convenían los dos en que más hubieran querido ser un año bandidos en la selva de Sherwood que presidentes de los Estados Unidos por toda la vida.






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