La piedra cansada

Cuadro Quinto

Ante el pórtico del Koricancha. Numerosos quechuas cruzan, descalzos o de rodillas en señal de adoración, ante el templo del Sol. Los hay que entran o salen de él. Algunos niños van de la mano de jóvenes villacs, llevando altos tallos de maíz. Un piruc anciano sale del templo, a la cabeza de un pequeño ayllu: mujeres, niños y adolescentes campesinos, de cuyas rodillas penden florecillas y sonoros piruros de cobre.

Al pie de una pilastra, hacia el lado izquierdo del pórtico, dos doncella hacen arder hojas de coca en un sahumerio consistente en un cráneo humano.

Tolpor aparece por la derecha, abstraído, la mirada perdida en el vacío. Grupos de gente se apartan de él, con mezcla de piedad y repugnancia, por no haberse descalzado ante el lugar sagrado.

ANCIANO, severo: —Entra al templo. Repara tu falta… (Tolpor se arrodilla ante la pilastra y se abisma en sus reflexiones).

TOLPOR, saliendo de pronto de su ensimismamiento, jubiloso a las doncellas: —Mi antara, hermosas vírgenes, se compone de trece carricillos… (Las doncellas se vuelven a él, risueñas y sencillas). Los sujeta y une una doble redecilla de tendones pertenecientes a un gigante colla, muerto por mi padre, como hondero del Inca, en la célebre batalla del Jonday.

DONCELLA PRIMERA: —¿Sabes tocar el antara?

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