El faro del fin del mundo

Vázquez no pensaba en ganar su abrigo, y sus miradas no se apartaban del horizonte. De vez en cuando veía las luces roja o verde que indicaban un barco de vela; un vapor hubiera mostrado la luz blanca. No te nía, por lo tanto, máquina que le permitiera luchar contra la tempestad.

Vázquez iba y venía por la playa, desesperado de su impotencia para impedir el naufragio. Su mano se tendía inútilmente hacia el faro apagado. En vano esperaba los destellos de la linterna, y el barco estaba destinado a perecer en las rocas del cabo San Juan. Entonces se le ocurrió a Vázquez una idea que pudiera ser salvadora. Tenía a su disposición trozo? de madera, y si encendía con ellos una hoguera en la punta del cabo, tal vez sirviera de indicación al barco para que se separara de la costa. Vázquez puso manos a la obra amontonando varios pedazos de tabla. Cuando todo estuvo dispuesto trató de encenderlo.

Era ya tarde.

En medio de la oscuridad se destacó una masa enorme. Levantada por olas monstruosas, precipitóse en la costa con espantosa impetuosidad. Antes que Vázquez hubiera podido hacer un gesto, llegó como una tromba a la barrera de los arrecifes. Produjese un espantoso estrépito y algunos gritos de angustia que bien pronto ahogaron los mugidos cíe la tempestad.

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