Entretanto, puesto que un barco se habÃa perdido en la costa, era la ocasión de aprovecharse del naufragio y recoger entre los restos lo que fuera de algún valor, aumentando de ese modo el precio del cargamento de la goleta. El aumento del beneficio compensarÃa en cierto modo la agravación del riesgo corrido.
Nadie hizo la menor objeción, y toda aquella banda de aves de rapiña se dispuso a caer sobre la nueva presa. Una docena de hombres se embarcaron en la chalupa del faro dispuestos a vencer a fuerza de remo las violentas ráfagas que empujaban las olas hacia la bahÃa. Hora y media fue necesaria para alcanzar la extremidad del cabo; pero en cambio, el regreso se efectuarÃa rápidamente con la ayuda de la vela.
La chalupa atracó a la orilla norte, frente a la caverna. Los piratas desembarcaron, precipitándose hacia el lugar del naufragio.
Fue el momento en que se oyeron los gritos que habÃan interrumpido la conversación de John Davis y de Vázquez, quien se deslizó hasta la entrada de la gruta con toda clase de precauciones para no ser descubierto.
Momentos después, John Davis estaba a su lado.
—Usted no; déjeme soto. Necesita usted reposo — le dijo el bravo torrero.