—Una sola eventualidad podría impedir la salida de la goleta, o al menos retenerla hasta la llegada del “aviso”: una avería que la obligase a volver al fondeadero. Pues bien, tenemos un cañón, pólvora y proyectiles... Montemos el cañón sobre su afuste en la punta del acantilado; carguémosle, y cuando pase la goleta disparemos sobre ella. Es posible que no podamos echarla a pique, pero la tripulación no se aventurará a una larga navegación con una nueva avería. Los miserables no tendrán más remedio que volve r al fondeadero para repararla... Será preciso desembarcar la carga...
Esto exigirá toda una semana, y entre tanto, el Santa Fe. .. John Davis se calló; había asido la mano de su compañero y la oprimía.
Sin vacilar, Vázquez le contestó con una sola palabra: —¡Convenido!
IV
En la mañana del 25 de febrero, el viento se había aplacado y eran manifiestos los síntomas de tiempo bonancible.