La Carcante se balanceaba vivamente por la acción del oleaje, y la corriente amenazaba arrastrarla hasta la punta Several. De vez en cuando se oÃa el ruido del agua precipitándose por los dos agujeros que los proyectiles habÃan hecho en el casco. Kongre no tuvo más remedio que resignarse a echar el ancla a unos cuantos cables de la punta Diegos.
En resumen, la situación era poco tranquilizadora. La noche se echó encima, y bien pronto la oscuridad fue profunda.
Era necesario todo el conocimiento que Kongre tenÃa de aquellos parajes para no estrellarse contra alguno de los numerosos arrecifes que impiden el acceso a la costa. Al fin se dejó sentir la marea ascendente. El ancla fue recogida a bordo, y la Carcante, no sin haber corrido serios peligros, fondeó de nuevo en la caleta de la bahÃa de Elgor.
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