El faro del fin del mundo

Efectivamente, a lo largo de la torre se tendía una cadena metálica, mantenida de tres en tres pies por garfios de hierro. Elevándose a pulso, a fuer za de puños, era posible ganar la galería, y acaso sorprender a los que ocupaban la cámara de cuarto. Kongre iba a intentar este último medio de salvación. Carcante y Vargas le precedieron. Agarrados a la cadena, empezaron a gatear el uno cerca del otro, esperando pasar inadvertidos en la oscuridad de la noche.

Sus manos alcanzaban ya los barrotes de la galería, y sólo les faltaba escalarla para estar en la cámara del cuarto.

En aquel preciso momento sonaron dos detonaciones.

John Davis y Vázquez, que estaban a la defensiva, habían disparado sus revólveres. Los dos malvados cayeron heridos por las certeras balas.

Entonces se oyeron distintamente los silbidos del “aviso” que llegaba a la caleta, y los agudos mugidos que lanzaba la sirena del vapor. a través del espacio. Ya no era tiempo de huir. En pocos minutos, el Santa Fe fondearía frente al faro.

Kongre y sus compañeros, comprendiendo que era ya inútil toda tentativa, se precipitaron al exterior, huyendo tierra adentro.

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