—¿Y el venado?... —interrogó Vázquez.
—Aquí está —contestó Moriz, mostrando a la bestia acostada a sus pies.
—¿Está muerto? -preguntó Felipe.
—Muerto —repuso Moriz. —De vejez seguramente.
—No, a consecuencia de una herida.
—¡Herido! ¿Herido de qué? —¡De una bala en un costado! —¡Una bala! —exclamó
Vázquez.
—Nada más cierto. Después de haber sido herido se ha arrastrado hasta aquí, donde ha caído muerto.
—¿De modo que hay cazadores en la isla? —murmuró Vázquez. Inmóvil y pensativo echó una ojeada en torno a él.
IV
Si Vázquez, Felipe y Moriz se hubiesen trasladado al extremo occidental de la Isla de los Estados, hubieran podido comprobar cuánto difería este litoral del que se extendía entre el cabo San Juan y la punta Several.