Aunque el viento le era contrario, buscaba el estrecho, en el que estaría antes de la noche.
—Es una goleta —dijo Carcante. —Sí, una goleta de ciento cincuenta a doscientas toneladas— añadió Kongre.
La banda entera habíase agrupado en el extremo del cabo.
No era la primera vez que aparecía un barco a tan corta distancia de la Isla de los Estados. Los bandidos propusieron provocar un naufragio más.
—No —contestó Kongre—, no conviene que esta goleta se pierda... Procuremos apoderarnos de ella... La corriente y el viento le son contrarios; la noche va a ser como boca de lobo; le será imposible dar en el estrecho. Mañana la tendremos todavía a la vista, y ya veremos lo que nos conviene hacer.
Una hora después, el barco desaparecía en medio de una profunda oscuridad, sin que ninguna luz denunciara su presencia.
Durante la noche, el viento saltó al sudoeste.
Al lucir el día, cuando Kongre y sus compañeros bajaron a la playa, vieron a la goleta embarrancada en los arrecifes del cabo San Bartolomé.
V