El faro del fin del mundo

La víspera, por la tarde, cuando la goleta fue divisada, luchaba contra un viento nordeste bastante fuerte, tratando de ganar la entrada del estrecho Lemaire. En el momento que Kongre y sus compañeros la perdieron de vista en medio de la oscuridad, la brisa mostraba tendencia a caer, y bien pronto fue insuficiente para asegurar a un barco velero una velocidad apreciable. De pronto, con la brusquedad propia de estos parajes, el viento había cambiado, y la goleta se vio impelida contra el banco de arena. El capitán y la tripulación, viendo que la corriente llevaba la goleta contra una costa peligrosa, erizada de arrecifes, habían echado al agua un bote, creyendo que, de permanecer a bordo, perecerían todos, porque la goleta iba a destrozarse irremisiblemente contra las rocas.

Deplorable inspiración. Si hubieran permanecido a bordo, todos hubieran salido sanos y salvos, en vez de ahogarse entre las olas, como lo atestiguaba el bote, que apareció con la quilla al aire, a dos millas al nordeste, empujado por el viento hacia el fondo de la bahía Franklin.

Cuando Kongre y sus compañeros llegaron al banco de arena, la goleta estaba completamente en seco.

Kongre no se había engañado al calcular el tonelaje de este barco. Le dio la vuelta, y al llegar a la popa leyó: Maule, Valparaíso.

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