El faro del fin del mundo

Todos los de la banda empujaron vigorosamente las manivelas, y la goleta se enderezó por completo. Carcante recorrió la cala, asegurando que no había entrado el agua. Era ya seguro que la Maule no había sufrido avería de importancia, y en estas condiciones sería fácil conducirla hasta donde estuviera en seguridad.

Se la cardaría durante la tarde, y al día siguiente estaría en disposición cíe hacerse a la mar. SÍ el tiempo no cambiaba, el viento era favorable a la marcha de la Maule, bien que remontase el estrecho de Lemaire o que siguiera la costa meridional de la Isla de los Estados para ganar el Atlántico.

Poco después de las ocho y media la proa empezó a levantarse. Pero la segunda mitad de la quilla tocaba todavía en la arena.

Kongre y los suyos no dejaban de sentir viva inquietud. El mar no subía más que durante media llora escasa, y era necesario que antes de ese tiempo, la Maule estuviera completamente a flote. Durante dos días la marea iría disminuyendo en intensidad, y no recobraría su máximum hasta pasadas cuarenta y ocho horas.

Había llegado el momento de hacer un supremo esfuerzo. Fácil es imaginarse cuál sería el furor, mejor dicho, la rabia de esta gentuza al considerarse impotentes. ¡Tener bajo sus pies el navío que anhelaban desde largo tiempo, que les aseguraba la libertad, la Impunidad tal vez, y no poderle arrancar del banco de arena !...

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