Los Hijos del Capitán Grant en la América del Sur

CAPITULO 13

DESCENSO DE LA CORDILLERA

Otro cualquiera que no hubiera sido Mac Nabbs hubiera pasado cien veces alrededor y encima de aquella choza sin sospechar lo que era; apenas se distinguía de las rocas que la rodeaban, ya que estaba cubierta casi enteramente por la nieve. Quitarla y descubrir la entrada les llevó media hora de trabajo; cuando lo lograron, precipitáronse en su interior. Había sido construida por los indios con adobes, ladrillos cocidos al sol, tenía forma de cubo y sus lados medirían unos cuatro metros; su única abertura era esa puerta a la que se llegaba por una escalera de piedra. En esa choza podían acomodarse perfectamente unas diez personas y si bien no hubiera sido muy resistente para la época de las lluvias, bastaba para resguardarse de los 10° bajo cero que marcaba el termómetro, especialmente cuando se encendiera una especie de hogar con chimenea de adobe que había en un rincón.

-Este es un escondrijo, aunque no cómodo, suficiente -dijo Glenarvan-. Demos gracias a la Providencia que nos trajo hasta él.

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