Viaje al centro de la tierra

Al decir esto, rozó mi mano la superficie del agua y tuve que retirarlo a toda prisa.

—¡El agua abrasa! —exclame.

El profesor esta vez respondió solamente con un gesto de cólera.

Un terror invisible se apoderó entonces de mi mente y ya no me fue posible verme libre de él. Presentía una catástrofe próxima, tan espantosa como la imaginación más audaz no hubiera podido concebir. Una idea, incierta y vaga primero, se trocó en certidumbre en mi espíritu. La rechacé, mas tornó con obstinación nuevamente. No me atrevía a formularla sin embargo, algunas observaciones involuntarias me hicieron adquirir la convicción. A la dudosa luz de la antorcha, advertí en las capas graníticas movimientos desordenados; iba evidentemente a producirse un fenómeno en el que la electricidad desempeñaba un papel; además, aquel calor excesivo, aquel agua en ebullición… Decidí observar la brújula, pero estaba como loca.



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