Nos enteramos de que el 7 de marzo de 1763 todo el Consejo de Estado, reunido en Versalles, con asistencia de los ministros de Estado, y bajo la presidencia del canciller, el maestro relator, señor de Crosne, leyó su informe sobre el caso Calas con la imparcialidad de un juez, la exactitud de un hombre perfectamente instruido y la elocuencia simple y verdadera de un orador hombre de Estado, la única que conviene en tal asamblea. Una multitud prodigiosa de personas de todo rango esperaba en la galería del palacio la decisión del Consejo. Pronto se anunció al rey que todos los votos, sin exceptuar ninguno, habían dispuesto que el Parlamento de Toulouse enviara al Consejo las piezas del proceso y los motivos de su sentencia, la que hizo expirar a Jean Calas en la rueda. Su Majestad aprobó el fallo del Consejo.
¡Hay pues humanidad y justicia entre los hombres! Y principalmente en el Consejo de un rey amado y digno de serlo. El caso de una desgraciada familia de ciudadanos oscuros ha ocupado a su Majestad, a sus ministros, al canciller y a todo el Consejo, y ha sido discutido con un examen tan meditado como puedan serlo los mayores objetivos de la guerra y de la paz. El amor a la equidad, el interés del género humano, ha guiado a todos los jueces. ¡Gracias le sean dadas a ese Dios clemente, el único que inspira la equidad y todas las virtudes!