Encontré el Palacio de Porcelana Verde, al filo de mediodÃa, desierto y desmoronándose en ruinas. Sólo quedaban trozos de vidrio en sus ventanas, y extensas capas del verde revestimiento se habÃan desprendido de las armaduras metálicas corroÃdas. El palacio estaba situado en lo más alto de una pendiente herbosa; mirando, antes de entrar allÃ, hacia el nordeste, me sorprendió ver un ancho estuario, o incluso una ensenada, donde supuse que Wandsworth [21] y Battersea [22] debÃan haber estado en otro tiempo. Pensé entonces —aunque no seguà nunca más lejos este pensamiento—, qué debÃa haber sucedido, o qué sucedÃa, a los seres que vivÃan en el mar.
Los materiales del palacio resultaron ser, después de bien examinados, auténtica porcelana, y a lo largo de la fachada vi una inscripción en unos caracteres desconocidos. Pensé, más bien neciamente, que Weena podÃa ayudarme a interpretarla, pero me di cuenta luego de que la simple idea de la escritura no habÃa nunca penetrado en su cabeza. Ella me pareció siempre, creo yo, más humana de lo que era, quizá por ser su afecto tan humano.