Salimos del palacio cuando el Sol estaba aún en parte sobre el horizonte. HabÃa yo decidido llegar a la Esfinge Blanca a la mañana siguiente muy temprano y tenÃa el propósito de atravesar antes de anochecer el bosque que me habÃa detenido en mi anterior trayecto. Mi plan era ir lo más lejos posible aquella noche, y, luego, hacer un fuego y dormir bajo la protección de su resplandor. De acuerdo con esto, mientras caminábamos recogà cuantas ramas y hierbas secas vi, y pronto tuve los brazos repletos de tales elementos. Asà cargado, avanzábamos más lentamente de lo que habÃa previsto —y además Weena estaba rendida y yo empezaba también a tener sueño— de modo que era noche cerrada cuando llegamos al bosque. Weena hubiera querido detenerse en un altozano con arbustos que habÃa en su lindero, temiendo que la obscuridad se nos anticipase; pero una singular sensación de calamidad inminente, que hubiera debido realmente servirme de advertencia, me impulsó hacia adelante. HabÃa estado sin dormir durante dos dÃas y una noche y me sentÃa febril e irritable. SentÃa que el sueño me invadÃa, y que con él vendrÃan los Morlocks.