La cosa que el Viajero a través del Tiempo tenÃa en su mano era una brillante armazón metálica, apenas mayor que un relojito y muy delicadamente confeccionada. HabÃa en aquello marfil y una substancia cristalina y transparente. Y ahora debo ser explÃcito, pues lo que sigue —a menos que su explicación sea aceptada— es algo absolutamente inadmisible. Cogió él una de las mesitas octogonales que habÃa esparcidas alrededor de la habitación y la colocó enfrente de la chimenea, con dos patas sobre la alfombra. Puso la máquina encima de ella. Luego acercó una silla y se sentó. El otro objeto que habÃa sobre la mesa era una lamparita con pantalla, cuya brillante luz daba de lleno sobre aquella cosa. HabÃa allà también una docena de bujÃas aproximadamente, dos en candelabros de bronce sobre la repisa de la chimenea y otras varias en brazos de metal, asà es que la habitación estaba profusamente iluminada. Me senté en un sillón muy cerca del fuego y lo arrastré hacia adelante a fin estar casi entre el Viajero a través del Tiempo y el hogar. Filby se sentó detrás de él, mirando por encima de su hombro. El Doctor y el Corregidor le observaban de perfil desde la derecha, y el Psicólogo desde la izquierda. El Muchacho Muy joven se erguÃa detrás del Psicólogo. Estábamos todos sobre aviso. Me parece increÃble que cualquier clase de treta, aunque sutilmente ideada y realizada con destreza, nos hubiese engañado en esas condiciones.