—Sé —dijo el Viajero a través del Tiempo después de una pausa— que todo esto les parecerá completamente increÃble. Para mà la única cosa increÃble es estar aquà esta noche, en esta vieja y familiar habitación, viendo sus caras amigas y contándoles estas extrañas aventuras.
Miró al Doctor.
—No. No puedo esperar que usted crea esto. Tome mi relato como una patraña o como una profecÃa. Diga usted que he soñado en mi taller. Piense que he meditado sobre los destinos de nuestra raza hasta haber tramado esta ficción. Considere mi afirmación de su autenticidad como una simple pincelada artÃstica para aumentar su interés. Y tomando asà el relato, ¿qué piensa usted de él?
Cogió su pipa y comenzó, de acuerdo con su antigua manera, a dar con ella nerviosamente sobre las barras de la parrilla. Hubo un silencio momentáneo. Luego las sillas empezaron a crujir y los pies a restregarse sobre la alfombra. Aparté los ojos de la cara del Viajero a través del Tiempo y miré a los oyentes a mi alrededor. Estaban en la obscuridad, y pequeñas manchas de color flotaban ante ellos. El Doctor ParecÃa absorto en la contemplación de nuestro anfitrión. El Director del periódico miraba con obstinación la punta de su cigarro, el sexto. El Periodista sacó su reloj. Los otros, si mal no recuerdo, estaban inmóviles.