El Príncipe feliz

era verdad, en cuanto la brisa comenzaba, el junco hacía las reverencias más graciosas.“Además tengo que reconocer que es demasiado casero” -continuaba- “y a mí me gusta viajar, y a mi compañero, por tanto, deberá gustarle viajar conmigo.”

-“Te vendrías conmigo” -le preguntó al fin, pero el junco. sacudió la cabeza,... ¡se sentía tan ligado a su hogar!

“¡Te has estado burlando de mí!” –gritó la golondrina-. “Me marcho a las Pirámides, ¡adiós!” -y echó a volar.

Voló durante todo el día, y ya de noche llegó a la ciudad.

-“Dónde me alojaré” -se preguntó-. “Espero que la ciudad haya preparado algún lugar para mí.” Entonces divisó la gran columna,

-“Me cobijaré allá” -gorjeó-. “Es un magnífico lugar con bastante aire fresco.” -Y así, se detuvo justamente entre los dos pies del Príncipe Feliz.

-“Tengo una habitación dorada” -se dijo quedamente después de mirar en torno suyo y preparándose a dormir; pero en el momento en que iba a poner la cabeza bajo el ala, una gran gota de agua le cayó encima -

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