El hombre estaba apoyado en la barra de la taberna, contemplando melancólicamente la partida de lanzamiento de dardos que sostenÃan algunos de los clientes. OlÃa a tabaco, ginebra, cerveza y queso fundido. Afuera lloviznaba. Molly, la regordeta camarera, sueño de los solteros y envidia de los casados, iba constantemente de un lado para otro, llevando servicios y retirando vasijas vacÃas. Ross Wengy contempló con pena su vacÃa jarra de cerveza. La última del dÃa. El padre de Molly le habÃa cerrado el crédito. No era que tuviera nada personal contra él, pero Wengy se habÃa quedado sin trabajo hacÃa ya más de seis meses y su cuenta habÃa subido de un modo alarmante, sin que se observasen señales de cancelarla.