EL silencio era absoluto.Mavis Effory, después de un dÃa de intenso trabajo, se sentÃa fatigada, más de mente que de cuerpo. Una vez se hubo desvestido y puesto un camisón, se metió en la cama, disponiéndose a pasar la noche en un sueño.Apagó la luz y contempló durante unos momentos el paisaje que se veÃa a través de la ventana, iluminado por la luz de la luna. Los objetos tomaban contornos fantásticos, a veces, sobre todo, el gigantesco álamo que crecÃa frente a la casa, un poco desviado de la perpendicular correspondiente a la puerta delantera.Mavis pensó que era una noche ideal para las salidas de los vampiros y demás entes fantasmagóricos, creados por la fantasÃa popular. Luego se rió de sà misma y de sus ligeras aprensiones. En Farndone no podÃa haber vampiros, fantasmas ni cosa que se le pareciese.Aunque tal vez, en aquella residencia que habÃa alquilado para una temporada de tres meses?