Desde la altura, Burt Hayden contempló pensativamente los edificios que se hallaban en medio del llano, a unos doscientos metros de distancia. La loma en que se encontraba él apenas si merecÃa el nombre de tal; era poco menos que una minúscula verruga de tierra en una planicie que no parecÃa ir a tener fin nunca. Al fondo, sin embargo, se divisaban las primeras estribaciones de una cadena de montañas, en cuyas cimas debÃan de quedar todavÃa buena parte de las nieves invernales. Hayden no podÃa verlo, porque una espesa capa de nubes tapaba las crestas de la cordillera.