Por el momento, nadie supo ni tuvo la menor noticia de lo que ocurrió aquel dÃa en las selvas amazónicas. En primer lugar, se trataba de un paraje habitado por tribus de indios todavÃa en estado salvaje, pese a estar mediado el siglo XXI, lo cual significaba que la dificultad de comunicaciones en aquella zona era extraordinaria. El gobierno brasileño, por supuesto, tenÃa un agente que se entendÃa con los indios y les ayudaba notablemente, siguiendo un plan establecido hacÃa ya ciento treinta años; pero aunque los indios aceptaban de buen grado la ayuda, seguÃan mostrándose esquivos y reticentes para con los hombres civilizados, de modo que las visitas del agente a sus protegidos eran muy raras y espaciadas, cada dos meses o más. El suceso se produjo entre visita y visita y, por tanto, el agente, Manuel da Lucem, tardó mucho en enterarse de lo que sucedÃa en las comarcas que habitaban sus protegidos.