Mientras volaba de regreso a la Tierra, Ricardo Thomas empezó a echar cuentas. Iba en una astronave, pero le parecÃa flotar en una nube de color de rosa. En la bodega del aparato llevaba su fortuna. Ricardo se sentÃa más que satisfecho. HabÃa con seguido, después de largas semanas de exploraciones y algunos meses de durÃsimo trabajo, veinte toneladas de «energyl». Del «energyl» no se podÃa decir que se pagase a peso de oro, porque su precio era aún mucho más elevado. En realidad, el dueño de una porción del preciado metal podÃa pedir lo que quisiera. El «energyl», descubierto casualmente veintitantos años antes por un grupo de audaces cientÃficos, que exploraban un cinturón de asteroides, estaba sustituyendo al uranio en las centrales nucleares.