Aquella tarde, Kyril Morán decidió comprobar personalmente si la famosa domadora SofÃa Garvy era tan bella como decÃan los carteles publicitarios. Además, tenÃa ganas de ver el Gran Circo Prehistórico.Era un espectáculo impresionante. A algún individuo avispado, que debÃa de llevar sin duda en las venas sangre de los Barnum y Ringling, se le habÃa ocurrido la idea de encargar medio centenar de animales gigantescos de la Era Secundaria y, tras hacerlos domar, exhibirlos públicamente, con lo que la asistencia a las sesiones del circo batÃan todas las marcas de público y, naturalmente, de taquilla.Por supuesto, dadas las colosales dimensiones de aquellos monstruos, el circo habÃa debido ser instalado en las afueras de la ciudad, en un vasto descampado, cuya arena tenÃa las dimensiones de un par de campos de fútbol juntos. Morán habÃa visto un par de reportajes gráficos de una de las sesiones y habÃa quedado sumamente impresionado por las galopadas de los dinosaurios, obedeciendo con gran docilidad las órdenes de su domador.