Con paso apacible, henchido el corazón de rosadas esperanzas y lleno de confianza en el porvenir, Perry Lancell se dirigÃa al encuentro de su novia, cuando, de pronto, vio venir corriendo hacia sà a un ciudadano que parecÃa muy atribulado.El individuo era de mediana estatura, más bien enclenque y tenÃa una cabeza alargada, quizá demasiado para los cánones antropológicos habituales. Visto de perfil, casi habrÃa parecido un martillo de mango un tanto largo.El hombre sudaba, jadeaba y resoplaba como un caballo después de un Derby. De repente, se detuvo ante Lancell.?Caballero, ¿tiene usted «shonshlu»? ?preguntó.Lancell se quedó viendo visiones.? Qué?El otro movió la cabeza tristemente.No, no tiene «shonshlu» ?dijo.