El magnÃfico caballo que montaba Stuard Adley coronó lo alto de una loma y se detuvo a una leve indicación de su jinete. Este ansiaba gozar desde aquella altura del grandioso panorama que se abrÃa ante sus ojos. Se encontraba a poco menos de dos millas del poblado llamado Plemons casi a caballo sobre el curso del River Canadian y cuanto podÃa abarcar con su aguda mirada le ofrecÃa una inmensa y verdegueante pradera cortada por el curso del rÃo. Salpicaban el paisaje cierto número de depresiones que no por estar presentes rompÃan la belleza del panorama; al contrario, eran como un alivio a aquel gran tapiz de hierba que se dilataba hacia los cuatro puntos cardinales. El pueblo sobre el llano se apiñaba como tratando de protegerse de la invasión de la hierba. Por lo que podÃa apreciar a simple vista se trataba de un poblado pequeño que no excederÃa del millar de habitantes a juzgar por el número de casas que formaban el núcleo urbano.