En el augusto silencio que reinaba en aquellos parajes donde se medio escondÃa entre tupidas jaras y setos diseminados en derredor de la cabaña de Carolina, ésta, que se encontraba en aquellos momentos repasando algunas prendas interiores pertenecientes a su hermano Algy, volvió la cabeza y prestó atención. Le habÃa parecido captar el galope de un caballo que se acercaba por entre la cortina de arbustos y árboles que tapaban el paisaje. Por un momento pensó si serÃa Algy, pero denegó con un movimiento de cabeza. Él estarÃa en aquellos momentos trabajando en los extensos pastos de Hugh Claney, y el poderoso y soberbio dueño y señor de tantas hectáreas de terreno, de tantas reses y de tantas otras cosas difÃciles de enumerar, no era hombre que permitiese a sus peones abandonar el trabajo en las horas de faena; tan rÃgido como egoÃsta, explotaba a la gente, sin misericordia, y el que no estaba dispuesto a dejarse explotar por él, ya podÃa emigrar de allÃ, pues, siendo el amo de cuanto les rodeaba, el que no producÃa para Hugh no encontrarÃa trabajo, si no era alejándose bastantes millas de sus dominios.