TIGER Burns, habÃa dormido aquella cruda noche de mediados de otoño en un profundo barranco cubierto de maleza, donde los parásitos apenas si le habÃan dejado conciliar el sueño con sus picaduras. Llevaba más de un mes perdido por aquella parte del rÃo Pecos, la más bronca y peligrosa de todo Texas, y su anhelo era poder alcanzar la orilla opuesta del rÃo, donde según se decÃa, hombres duros, sin ley ni miedo alguno, vi-vÃan refugiados en sólida camaraderÃa y donde unos a otros se protegÃan y ayudaban, porque todos se sabÃan en idénticas condiciones de peligro. Todos habÃan vadeado el rÃo después de cruzar la raya que separaba el bien del mal y ya no podÃan retroceder en su camino.Tiger sabÃa que, por desgracia para él, no tenÃa alternativa alguna. O se dejaba cazar por los rurales que le habÃan estado persiguiendo tenazmente durante el mes del éxodo que lleva-ba, o se unÃa para siempre a aquellos hombres tan acorralados como él, si era admitido por ellos y acordaban considerarle como uno más de la familia de los sin ley.