El tren procedente de Roswell con dirección a Texas rodaba a la velocidad bastante aceptable de cuarenta millas por hora. Las ruedas, al deslizarse por los raÃles, producÃan un zumbido sordo y adormecedor y la estructura metálica de los vagones, un ruido molesto al bambolearse en la acelerada carrera. El convoy habÃa realizado una parada en un poblado de la lÃnea llamado Lake Arthur y algunos viajeros se habÃan apeado para aprovechar los escasos minutos tomando algo caliente en la cantina de la estación. Uno de los viajeros que habÃan aprovechado la breve parada para ingerir una buena taza de café caliente, pues la noche estaba bastante fresca, habÃa sido Marty Friel, un buen mozo, de unos veintiocho años, alto como un abeto, erguido, desafiante de gesto, pero simpático de sonrisa y de mirada.