Filosóficamente, Ingenieros fue la cabeza más visible y prestigiosa del positivismo. En El hombre mediocre, el autor se propuso una noble tarea: estigmatizar la rutina, la hipocresÃa, y el servilismo, esas funestas lacras morales que impiden la formación de ideales y el ennoblecimiento de la vida.
El mensaje de Ingenieros sigue vigente. En este libro, sobre todo, donde hace una radiografÃa tan certera de la mediocridad como la madre de todos los vicios y perdiciones de la conducta humana y, por ende, de la sociedad. Sus conocimientos de la psicologÃa social están presentes como nunca. Y también está presente su lenguaje desprovisto de toda retórica cientificista e impregnado de un cautivante humanismo.