Porque cada audiencia tiene diferentes expectativas.
Adecuar el lenguaje facilita la comprensión y mejora la conexión con el público.
Abre oportunidades personales y profesionales.
Hablar bien mejora relaciones, genera confianza y abre muchas puertas.
Recordando que todos son humanos y suelen tener las mismas inseguridades.
La clave está en recordar que la mayoría también se siente nerviosa, lo que te pone en igualdad de condiciones.
Admitirlo con naturalidad y, si es posible, usar el humor.
Aceptar el error humaniza y genera empatía; el humor lo convierte en ventaja.
Porque se aprende más escuchando que hablando.
Escuchar con atención permite conectar, entender mejor al otro y formular respuestas más acertadas.
Genera confianza y demuestra atención.
Mirar a los ojos refuerza el mensaje y muestra interés real en la otra persona.
Preguntas abiertas que invitan a compartir ideas.
Las preguntas abiertas generan respuestas más ricas y fomentan el diálogo.
Ensayando y enfocándose en el mensaje, no en los nervios.
Practicar ayuda a reducir la ansiedad y mejora la claridad del discurso.
Haciendo preguntas abiertas sobre temas comunes.
Preguntar sobre temas generales como el clima o el lugar ayuda a iniciar sin incomodar.
Temas muy controversiales como política o religión.
Evitar controversias en primeros encuentros mantiene el diálogo amigable.