Su caballo estaba dando claros sÃntomas de agotamiento. Dan Warth lo entendió asà cuando el animal tropezó impensadamente. Le costó rehacerse más de lo ordinario. Lo malo era que necesitaba aprovechar hasta el último gramo de fuerza del cuadrúpedo. Volvió la cabeza cuando su caballo hubo estabilizado el cada vez más lento galope. Sus perseguidores le ganaban terreno poco a poco. Dan Warth no sabÃa quiénes eran ni por qué le perseguÃan. Una cosa era cierta: estaban dispuestos a asesinarle apenas le dieran alcance.