La joven avanzó hacia el dueño de la casa, alta, exquisitamente ataviada, irradiando hermosura de la cabeza a los pies. Percy Rath estrechó la mano que ella le tendÃa y miró fijamente al fondo de aquellas bellas pupilas azules. ?Clarissa Curmont, supongo ?dijo. ?Tienes muy mala memoria, Percy ?rió la joven argentinamente, a la vez que le hacÃa un guiño disimulado?. ¿Ya has olvidado Capri, hace tres años? Percy Rath chasqueó suavemente los dedos.