El panzudo carguero avanzaba lentamente en la noche neblinosa. Salvo las luces de situación y del puente, pocas más habÃa encendidas. El mar estaba tranquilo. Abajo, las máquinas ronroneaban satisfactoriamente. La proa hendÃa las aguas, levantando dos chorros de espuma a los lados. De vez en cuando, sonaba la sirena, a fin de alertar a otros barcos que pudieran hallarse en las inmediaciones. HabÃa un hombre en la cubierta, hacia la banda de estribor, tratando de taladrar la niebla con la vista. El ambiente estaba lleno de humedad. OlÃa a sales y a lodo.