Abajo, en el pozo, la mujer emitÃa unos gritos horripilantes.De pronto, la anaconda se enroscó en torno a su cuerpo.Un espeluznante chillido brotó de sus labios. Sheridan captó el horrible ruido de unos huesos que crujÃan y se rompÃan en multitud de fragmentos. Súbitamente, unos surtidores de roja sangre brotaron por boca y nariz de la mujer, cuyos movimientos cesaron en el acto.La anaconda apretó todavÃa unos momentos. Luego, desenroscándose, empezó a buscar la mejor posición para ingerir su presa. Cuando Sheridan vio que la cabeza desaparecÃa en el interior de la bocaza del reptil, creyó que iba a desmayarse.