Se oyó subir el ascensor, y en seguida la puerta de éste al cerrarse y el zumbido del descenso. En la salita hubo un silencio. .
?Es encantadora ? comentó Zoila.. Gabriel Miranda asintió en silencio. VestÃa batÃn y calzaba zapatillas, apoltronado en una butaca, donde leÃa la Prensa. HabÃa trabajado toda la tarde y se sentÃa cansado. El niño de tres años, jugaba en torno a su padre. Zoila cerró la revista que leÃa, atravesó la lujosa salita y se sentó a medias en el brazo del sillón que ocupaba su marido. Le pasó un brazo por los hombros, metió la cabeza entre el periódico y el rostro de su marido, lo besó en los labios ligeramente y susurró: ?Estás disgustado. Gabriel pensó en Juan. No tenÃa derecho a violar su secreto.