Daniel Aguado se sentia enormemente orgulloso de su coche deportivo, color rojo, de potencia. Asà que, una vez dio la vuelta a la manzana, evitó una dirección prohibida, y al ver un hueco ante el pub de Princesa, descendió del vehÃculo, lo cerró con Have, después de haber puesto en función la alarma y se cercioró de que quedaba bien cerrado. Una vez hecha esta maniobra, miró en torno y, con la mayor sencillez del mundo, atravesó la acera y se perdió en el pub. Mucho humo y mucha juventud. Mucho ruido y murmullos entremezclados con las voces altas y la música rock que resultaba demasiado alta para el gusto de nuestro amigo. ?¿Me das fuego? Miró girando la cabeza con presteza. Una chica lindÃsima, morena, de verdes ojos, esbelta y gentil le sonreÃa mostrando unos nÃtidos dientes.