Celso Ruiz se sentÃa desasosegado, pero más que eso inquieto y como muy ridÃculo. En torno a sà veÃa una serie de personas jónenes y otras mayores. Por lo visto el anuncio habÃa tenido su natural repercusión. Tampoco eso le extrañaba demasiado. En realidad, la situación en el paÃs no era como para quedarse quieto ante un conato de empleo. Los parados se contaban en cantidades astronómicas y los estómagos tenÃan que comer, los cuerpos cubrirse ante el frÃo y ni se podÃa dormir en un banco de un parque público. El era uno más en aquel enjambre de personas paradas. TenÃa un tÃtulo universitario y preparadas las oposiciones, pero no veÃa un agújerito de esperanza aún. Lo cual significaba que debÃa continuar viviendo, y como estaba harto de subir y bajar escaleras dando clases particulares, aquélla era una buena oportunidad para comer, vivir y continuar preparando las ansiadas oposiciones.