Oyó el timbrazo y se levantó con pereza. TenÃa entre los dedos el último libro de Delibes y sujetándolo, sin perder la página, marcando aquélla con un dedo, lanzó un bostezo. Si los Smith acababan de irse, como quien dice, y si Jimmy dormÃa plácidamente, y si ella no habÃa hecho más que sentarse después de poner en orden el living, dispuesta a leer tranquilamente, no entendÃa que alguien llamara a la puerta, pero el caso es que estaba ocurriendo. Tal como andaban las cosas, no pensaba abrir, pues si no le decÃan Jim o Sara que eran ellos que se les habÃa olvidado algo y venÃan a buscarlo, o que se habÃan arrepentido y no salÃan, la puerta del chalecito de la Florida continuarÃa cerrada.