Sid Stamler y Burton Rosen, erguidos en las sillas de sus briosos caballos, enfocaron la senda que conducÃa al pequeño poblado de Mekkersen, al Sur de Dakota del Norte. ProcedÃan de Medora, poblado que por circunstancias especiales habÃan decidido dejar a su espalda y no recordar que existÃa, en tanto no tuviesen garantÃas de que Max Berger y la docena de amigos que le bailaban el agua, no reposasen cristianamente en alguna sepultura, cuanto más honda mejor. El motivo de su huida de Medora habÃa sido fortuito, pero bastante poderoso para poner mucha tierra entre ellos y el poblado. Por aquellas latitudes merodeaba una cuadrilla de abigeos capitaneada por Max. Todos eran hombres duros, luchadores, gente sin miedo ni escrúpulos, los cuales habÃan sembrado no sólo la alarma sino el miedo en varias millas a la redonda.