«Hasta donde alcanzaba la vista encontraba la misma expectación que habÃa en mÃ, se habÃan abierto grietas en la tierra que ahora se ensanchaban como si fueran pequeñas bocas sedientas; poro a poro se abrÃan y se expandÃan buscando frescor, el placer frÃo, estremecedor de la lluvia, y yo experimentaba algo semejante en mi propio cuerpo. Sin que fuera consciente de ello, mis dedos se crisparon como si pudieran agarrar las nubes y arrastrarlas de una vez hasta este mundo desfallecido…».