y al desaparecer el baratero,
volvió las garras a su camarada,
tal que con él se enzarzó sobre el foso.
Fue el otro gavilán bien amaestrado,
sujetándole bien, y ambos cayeron
en la mitad de aquel pantano hirviente.
Los separó el calor a toda prisa,
pero era muy difícil remontarse,
pues tenían las alas pegajosas.
Barbatiesa, enfadado cual los otros,
a cuatro hizo volar a la otra parte,
todos con grafios y muy prestamente.
Por un lado y por otro descendieron:
echaron garfios a los atrapados,
que cocidos estaban en la costra,
y asi enredados los abandonamos.