La Divina Comedia

donde Hércules plantara sus columnas,

para que el hombre más allá no fuera:

a mano diestra ya dejé Sevilla,

y la otra mano se quedaba Ceuta.»

«Oh hermanos —dije—, que tras de cien mil

peligros a occidente habéis llegado,

ahora que ya es tan breve la vigilia

de los pocos sentidos que aún nos quedan,

negaros no queráis a la experiencia,

siguiendo al sol, del mundo inhabitado.

Considerar cuál es vuestra progenie:

hechos no estáis a vivir como brutos,

mas para conseguir virtud y ciencia.»

A mis hombres les hice tan ansiosos

del camino con esta breve arenga,

que no hubiera podido detenerlos;

y vuelta nuestra proa a la mañana,

alas locas hicimos de los remos,

inclinándose siempre hacia la izquierda.

Del otro polo todas las estrellas

vio ya la noche, y el nuestro tan bajo

que del suelo marino no surgía.

Cinco veces ardiendo y apagada

era la luz debajo de la luna,

desde que al alto paso penetramos,

cuando vimos una montaña, oscura

por la distancia, y pareció tan alta

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