cual nunca hubiera visto monte alguno.
Nos alegramos, mas se volvió llanto:
pues de la nueva tierra un torbellino
nació, y le golpeó la proa al leño.
Le hizo girar tres veces en las aguas;
a la cuarta la popa alzó a lo alto,
bajó la proa —como Aquél lo quiso—
hasta que el mar cerró sobre nosotros.