si tiene la Romaña paz o guerra;
pues yo naci en los montes entre Urbino
y el yugo del que el Tiber se desata.»
Inclinado y atento aún me encontraba,
cuando al costado me tocó mi guía,
diciéndome: «Habla tú, que éste es latino.»
Yo, que tenía la respuesta pronta,
comencé a hablarle sin demora alguna:
«Oh alma que te escondes allá abajo,
tu Romaña no está, no estuvo nunca,
sin guerra en el afán de sus tiranos;
mas palpable ninguna dejé ahora.
Rávena está como está ha muchos años:
le los Polenta el águila allí anida,
al que a Cervia recubre con sus alas.
La tierra que sufrió la larga prueba
hizo de francos un montón sangriento,
bajo las garras verdes permanece.
El mastín viejo y joven de Verruchio,
que mala guardia dieron a Montaña,
clavan, donde solían, sus colmillos.
Las villas del Santerno y del Camone
manda el leoncito que campea en blanco,
que de verano a invierno el bando muda;
y aquella cuyo flanco el Savio baña,
como entre llano y monte se sitúa,
vive entre estado libre y tiranía.