La Divina Comedia

CANTO XII

A la par, como bueyes en la yunta,

con el alma cargada caminaba,

mientras lo consintió mi pedagogo.

Mas cuando dijo: «Déjale y avanza;

que es menester que con alas y remos

empuje su navío cada uno»,

enderecé, cual para andar conviene

el cuerpo todo, mas los pensamientos

se me quedaron sencillos y humildes.

Me puse a andar, y seguía con gusto

los pasos del maestro, y ambos dos

de ligereza hacíamos alarde;

y él dijo: «vuelve al suelo la mirada,

pues para caminar seguro es bueno

ver el lugar donde las plantas pones».

Como, para dejar memoria de ellos,

sobre las tumbas en tierra excavadas

está escrito quién era cuando vivo,

y de nuevo se llora muchas veces

por el aguijoneo del recuerdo,

que tan sólo espolea a los piadosos;

con mayor semejanza, pues tal era

el artificio, lleno de figuras

vi aquel camino que en el monte avanza.

Veía a aquél que noble fue creado

más que criatura alguna, de los cielos

como un rayo caer, por una parte.

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