A la par, como bueyes en la yunta,
con el alma cargada caminaba,
mientras lo consintió mi pedagogo.
Mas cuando dijo: «Déjale y avanza;
que es menester que con alas y remos
empuje su navío cada uno»,
enderecé, cual para andar conviene
el cuerpo todo, mas los pensamientos
se me quedaron sencillos y humildes.
Me puse a andar, y seguía con gusto
los pasos del maestro, y ambos dos
de ligereza hacíamos alarde;
y él dijo: «vuelve al suelo la mirada,
pues para caminar seguro es bueno
ver el lugar donde las plantas pones».
Como, para dejar memoria de ellos,
sobre las tumbas en tierra excavadas
está escrito quién era cuando vivo,
y de nuevo se llora muchas veces
por el aguijoneo del recuerdo,
que tan sólo espolea a los piadosos;
con mayor semejanza, pues tal era
el artificio, lleno de figuras
vi aquel camino que en el monte avanza.
Veía a aquél que noble fue creado
más que criatura alguna, de los cielos
como un rayo caer, por una parte.