Solía creer el mundo erradamente
que la bella Cipriña el amor loco
desde el tercer epiciclo irradiaba;
y por esto no honraban sólo a ella
con sacrificios y votivos ruegos
en su antiguo extravío los antiguos;
mas a Dione honraban y a Cupido,
por madre a una, al otro como hijo,
y en el seno de Dido lo creían;
y por la que he citado en el comienzo,
le pusieron el nombre a aquella estrella
que al sol recrea de nuca o de frente.
Hasta ella ascendí sin darme cuenta;
pero me confirmó que en ella estaba
el ver aún más hermosa a mi señora.
Y cual la chispa se observa en la llama,
y una voz se distingue entre las voces,
si una se para y otra el canto sigue,
en esa luz vi yo otras luminarias
dar vuelta más o menos velozmente,
acordes, pienso, a su visión interna.
De fría nube vientos no descienden,
tan raudos, ya visibles, ya invisibles,
que ni lentos ni torpes pareciesen
a quien hubiese esas luces divinas
visto venir, dejando aquella danza
que empezaba en los altos serafines;