La Divina Comedia

allí nació el amante infatigable

de la cristiana fe, el atleta santo

fiero al contrario y bueno con los suyos;

y en cuanto fue creada, fue repleta

tanto su mente de activa virtud

que, aún en la madre, la hizo profetisa.

Al celebrarse ya en la santa fuente

los esponsales entre él y la Fe,

la mutua salvación dándose en dote,

la mujer que por él dio asentimiento,

vio en un sueño ese fruto prodigioso

que saldría de aquél y su progenie;

y porque fuese cual era, aun de nombre,

un espíritu vino a señalarlo

del posesivo de quien era entero.

Fue llamado Domingo; y hablo de él

como del labrador que eligió Cristo

para que le ayudase con su huerto.

Bien se mostró de Cristo mensajero;

pues el primer amor del que dio prueba

fue al consejo primero que dio Cristo.

Muchas veces despierto y en silencio

lo encontró su nodriza echado en tierra

cual diciendo: «He venido para esto.»

¡Oh en verdad padre suyo venturoso!

¡Oh madre suya Juana verdadera,

si se interpreta tal como se dice!

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