Aún no estaba vencido Montemalo
por vuestro Uccelatoio, que cayendo
lo vencerá al igual que en la subida.
Vi andar ceñido a Belincione Berti
con piel de oso, y volver del espejo
a su mujer sin la cara pintada;
y vi a los Nerli alegres y a los Vechio
de vestir simples pieles, y a la rueca
atendiendo y al huso sus esposas.
¡Oh afortunadas! estaban seguras
del sepulcro, y ninguna aún se encontraba
abandonada por Francia en el lecho.
Una cuidaba atenta de la cuna,
y, por consuelo, usaba el idioma
que divierte a los padres y a las madres;
otra, tirando a la rueca del pelo,
charloteaba con sus familiares
de Fiésole, de Roma, o los troyanos.
Entonces por milagro se tendrían
una Cianghella, un Lapo Saltarello,
como ahora Cornelia o Cincinato.
A un tan hermoso, a un tan apacible
vivir de ciudadano, a una tan fiel
ciudadanía, y a un tan dulce albergue,
me dio María, a gritos invocada;
y en el antiguo bautisterio vuestro
fui cristiano a la par que Cacciaguida.